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En un pequeño mundo, en un pequeño pueblo existía una pequeña niña; todos le llamaban “caperucita roja” ya que era la única ropa que portaba, su padre había muerto cuando ella era aún más pequeña y estaba a cargo de su madrastra quien realmente no pretendía gastar mas dinero, al fin y al cabo la caperuza cubría bien a la niña.
Una tarde, la madrastra cansada de los lloriqueos de la niña manda un mensajero al bosque. Al día siguiente le da una canasta a la pequeña y le ordena ir a dejarla a la “abuela” quien vive en el centro del bosque. Mirando nerviosa hacia la ventana le sobre avisa que nunca debe salirse del camino, ya que los demonios y las sombras le esperaran en las orillas.
Sin demora, y esperando llegar antes de la cena la niña marcha presurosa. En la entrada del bosque se encuentra con el cazador, famoso en todo el pueblo por mantener a raya a los demonios y bestias del bosque. Este mira a la pequeña con ojos vidriosos y le sonríe. “Pequeña caperucita, debes marchar con cuidado y nunca salir del camino, las sombras querrán persuadirte a salir de la vereda, se fuerte”, diciendo esto se marcha a las profundidades del bosque.
La pequeña niña se marcha, siguiendo el lúgubre y abandonado camino que solo es delineado por las pequeñas piedritas que lo conforman. El bosque, expandiéndose más allá pareciera que comiera la luz del sol y de los cielos; negro y profundo grazna sin ritmo, sonidos que solo en las pesadillas más horribles se encuentran; neblina del olvido que pareciera estar repelida por el camino. Sin embargo ella no desiste, anda por el sendero.
Minutos de andanza, unos ojos rojos como llameantes carbones salidos del Erebo le observan de entre los árboles caídos y podridos, entonces una fría y asesina sonrisa llena de afilados colmillos se perfila debajo de los ojos, formando un rostro sin contorno. “Pequeña caperucita, debes marchar con cuidado y salir del camino, tus conocidos querrán persuadirte a seguir en la vereda, confía en mi”. Y ¿qué creen que paso?, por supuesto que caperucita siguió el camino, obediente como los pequeños niños deben ser.
El ser de la sonrisa afilada siguió a la pequeña por todo el camino, recitándole lo mismo, hasta que por fin diviso una pequeña cabaña en el claro. Vieja y corroída estaba cubierta por enredaderas negras de afiladas espinas, las ventanas quemadas no dejaban apreciar el interior; la niña con una infantil y hermosa sonrisa en el rostro toca la podrida puerta de madera. Con un rechinillo aterrador la puerta se abre, dejando en libertad un aroma a viejo y a alcohol; dentro el cazador sonríe lujuriosamente a la niña y se levanta mientras la “abuela” una señora pequeña y arrugada extiende la mano tomando el hombro de la pequeña. “El encargo ha llegado al fin, no hay más espera”
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Una tarde, la madrastra cansada de los lloriqueos de la niña manda un mensajero al bosque. Al día siguiente le da una canasta a la pequeña y le ordena ir a dejarla a la “abuela” quien vive en el centro del bosque. Mirando nerviosa hacia la ventana le sobre avisa que nunca debe salirse del camino, ya que los demonios y las sombras le esperaran en las orillas.
Sin demora, y esperando llegar antes de la cena la niña marcha presurosa. En la entrada del bosque se encuentra con el cazador, famoso en todo el pueblo por mantener a raya a los demonios y bestias del bosque. Este mira a la pequeña con ojos vidriosos y le sonríe. “Pequeña caperucita, debes marchar con cuidado y nunca salir del camino, las sombras querrán persuadirte a salir de la vereda, se fuerte”, diciendo esto se marcha a las profundidades del bosque.
La pequeña niña se marcha, siguiendo el lúgubre y abandonado camino que solo es delineado por las pequeñas piedritas que lo conforman. El bosque, expandiéndose más allá pareciera que comiera la luz del sol y de los cielos; negro y profundo grazna sin ritmo, sonidos que solo en las pesadillas más horribles se encuentran; neblina del olvido que pareciera estar repelida por el camino. Sin embargo ella no desiste, anda por el sendero.
Minutos de andanza, unos ojos rojos como llameantes carbones salidos del Erebo le observan de entre los árboles caídos y podridos, entonces una fría y asesina sonrisa llena de afilados colmillos se perfila debajo de los ojos, formando un rostro sin contorno. “Pequeña caperucita, debes marchar con cuidado y salir del camino, tus conocidos querrán persuadirte a seguir en la vereda, confía en mi”. Y ¿qué creen que paso?, por supuesto que caperucita siguió el camino, obediente como los pequeños niños deben ser.
El ser de la sonrisa afilada siguió a la pequeña por todo el camino, recitándole lo mismo, hasta que por fin diviso una pequeña cabaña en el claro. Vieja y corroída estaba cubierta por enredaderas negras de afiladas espinas, las ventanas quemadas no dejaban apreciar el interior; la niña con una infantil y hermosa sonrisa en el rostro toca la podrida puerta de madera. Con un rechinillo aterrador la puerta se abre, dejando en libertad un aroma a viejo y a alcohol; dentro el cazador sonríe lujuriosamente a la niña y se levanta mientras la “abuela” una señora pequeña y arrugada extiende la mano tomando el hombro de la pequeña. “El encargo ha llegado al fin, no hay más espera”
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La sonrisa en las sombras se vuelve rígida, recta y silenciosamente niega, perdiéndose de nuevo en el oscuro bosque…
1 comentario:
O.OU Que bizarro
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