Era un enorme castillo, viejo y descuidado. Sus paredes apenas se sostenían en pie y algunas partes ni techo tenían. La gran puerta que alguna vez tuvo un majestuoso puente y una peligrosa fosa ahora estaba totalmente destruida y la fosa seca. Las paredes de piedra gris eran hogar de enredaderas finas y espinosas, custodiando el castillo con un recelo poco peculiar. En la entrada, tratando de ver como cruzar estaban un elfo, un gnomo y dos humanos.
El elfo, alto y de cabello rubio acariciaba pensativo a un hermoso lobo plateado que observaba a los demás con cierta desconfianza; uno de los humanos, no muy alto traía un arco en su espalda, paseando de un lado al otro mientras parecía pensar. El gnomo solo permanecía sentado sosteniendo un báculo de su tamaño, meditando y por el último el humano más alto, portando una hermosa armadura dorada, rascándose la barbilla.
La mediana se acerco con cuidado y hecho una rápida mirada a sus pertenencias, sonriendo de haber visto al menos más de tres objetos valiosos comenzó a entablar plática con los extraños hombres:
- Buenas tardes, ¿interrumpo alguna aventura?
- Para nada pequeña, todos nosotros llegamos aquí separados, atraídos por la seductora idea de cobijarnos de la lluvia que se avecina – dijo el guerrero y como si de una invocación se tratase pequeñas gotas comenzaron a caer sin causar tanto estrago.
- Bueno, si gustan puedo ayudarles a pasar al otro lado – dice la chica sacando una cuerda de su mochila.
Después de medio ponerse de acuerdo concuerdan en atar dos cuerdas, lanzarla al otro extremo con una flecha del ranger (el humano no tan alto) y atarla en una roca para poder cruzar hacia el castillo. Después de que el humano la ato “bien” la pequeña fue mandada primero, por su peso y estatura para su desgracia. El ranger no ato bien la cuerda y la pobre mediana casi cae al foso, pero gracias a sus buenos reflejos logro subir antes.
Después de muchas dificultades, cuerdas robadas y caídas, todos logran pasar la simple fosa justo cuando una tormenta de tremenda fuerza caía sobre el campo. Dentro, la oscuridad, densa como si fuera una neblina cubre el pasillo de roca fría, con algunas antorchas apagadas, el grupo de desconocidos avanza hasta encontrarse con una armadura, de pie, custodiando el solitario lugar; el guerrero con los ojos iluminados a la vista de la armadura retira el casco con cuidado para encontrarse cara a cara con su portador, ya con muchos años de fallecido. El guerrero respetuoso vuelve a poner el casco en su lugar y sigue avanzando con los demás, curioso de lo que hay en el interior del castillo. La luz puede verse, ya no hay más oscuridad; un enorme salón con el techo medio derrumbado permite que el agua entre en algunos sitios, en el centro un gran trono espera, majestuoso y añejo. A los costados dos escaleras, una a la derecha y otra a la izquierda giran hasta perderse arriba. El gnomo conocedor de los hechizos va con el ranger hacia la derecha a satisfacer su curiosidad, mientras el guerrero va a la izquierda.
Nuestra ladrona se queda en el gran salón con los ojos fijos en una sola cosa… el trono. Una enorme joya color fuego descansa sobre el respaldo del trono, muy arriba; ese brillo de rubí la llama y ella acude sin pensarlo, sin embargo… sí, de nuevo el tamaño, muy pequeña para poder alcanzarla, así que llama al elfo, quien ordeno a su lobo olfateara a los alrededores del salón.
- ¡Hey! ¡Druida, ven aquí! ¿podrías ayudarme?
- ¿Ayudarte? ¿Por qué abría de hacerlo mediana? – pregunta arrogante el elfo ante la perspectiva de ayudar a esa raza que no le agrada demasiado.
- ¡Vamos!, te lo pagare con creces (*-*)
- Mm… esta bien… sube a mis hombros – dicho esto se agacho para que ella pudiese subirse a sus hombros, fácilmente toma equilibrio y toma el extraño rubí, con fuerza lo jala hacia atrás liberando una joya en forma de colmillo, larga y afilada.
Un ruido extraño resonó por todo el pasillo y dos enormes pares de ojos color sangre se iluminaron en la parte superior del salón, atrás del trono. La ladrona rápidamente salto hacia abajo, cayendo en los brazos del elfo.
- ¡Atrás!
- ¿Qué?...
El elfo abrió bien los ojos y llamo a su lobo, para mantenerlo cerca. Los ojos salieron a la luz mostrando su pétrea piel, gárgolas de gran tamaño miraban al par de individuos que habían profanado su hogar; con un chillido fuertísimo y agudo se lanzaron contra los dos desprevenidos aventureros. El elfo, aun con la mediana en brazos, recibió un garraso y logro apenas esquivar el otro, defendiendo a la chica con su cuerpo. Sangre comenzó a fluir de su brazo, una gran herida se habia abierto y el druida apenas si grito. La ladrona bajo de un salto y preparo su arco corto y flechas.
- Demonios, estamos solo nosotros dos…