Eso quisiera. Desde hace días... semanas... e incluso meses. Lo que antes habían sido enormes y alegres ojos sonrosados ahora lucían apesumbrados, oscurecidos por la sombra del cansancio. Tenía miedo de dormir. Sabía que pronto algo pasaría. ¿Qué? Cada que intentaba recordarlo fuertes dolores le acosaban.
Su pequeño cuerpo estaba recostado sobre su escritorio personal. Fotografías, notas periodísticas tachonadas, dibujos. Todo yacía en el suelo, regado debajo de sus brazos y de sus pies descalzos. Su cabeza descansaba sobre su brazo, el cual ignoraba aquellos libros escolares que doblaba al recargarse. Un camisón de suave tela caía sobre su piel tersa, dando una forma pequeña y femenina... Aún no tenía el cuerpo de una mujer, haciéndola ver infantil y dulce con el color rosa pálido del ropaje. No veía nada en específico... Un punto vacio. Un punto muerto.
Parpadeó lánguidamente. No vio la hora. Solo sabía que la noche había caído en la Academia. Quizás serian apenas las ocho, o tal vez ya estaba por amanecer. No le importaba porque sabía que de igual forma no podría conciliar el sueño. Seguiría viendo esos enormes ojos de serpiente... ese frío sobre su rostro... esa sonrisa parecida a la de un reptil. Parpadeó un par de veces más mientras dormía con los ojos abiertos... Su cabello suelto le hacía cosquillas sobre los ojos, despeinado y libre como estaba ahora.
Una pequeña de gota carmesí cayó hasta una libreta abierta, haciendo un pequeño ruido. “Pam” Giró los ojos hacia abajo… sangre… Se llevó una mano hasta la nariz y se enderezó lentamente. Pudo ver ese rojo intenso entre sus delgaditos dedos. Se llevó la otra mano hasta la cabeza, la cual comenzaba a punzar dolorosamente. ¡¿Qué pasaba?! ¡¿Dónde estaba?!... ¡Ya no quería seguir sintiendo lo mismo! ¡Dolía, dolía!
Una mansión… una figura alta hablando de fantasmas, Grilletes, amor, el olvido. Mira su mano manchada de sangre. Ahí debería haber algo… Debía salir de ahí por alguna razón. ¿Cuándo es que había estado en ese sitio, con aquel broche de plata tan hermoso? Un broche que acababa de aparecer en su memoria, tan claro que se burlaba de los pálidos y borrosos rostros de los otros que se encontraban a su alrededor.
Se levantó de golpe y corrió hasta su ropero, el cual abrió de golpe. Rebuscó entre la pequeña ropa y encontró al final el hermoso broche. Ahí estaba. No era una imaginación suya… Había olvidado por completo todo y aún así le costaba trabajo tratar de entender la razón de todo. Con muchísimo cuidado lo tomó entre su mano limpia. Lo llevó hasta sus labios y depositó un beso en este.
"Cada uno debe encontrar un Grillete... Y utilizar esta "arma" para sellarlo. Broches para cada uno, acéptenlo si quieren hundirse en la oscuridad, temiendo no salir, pero augurando que tendrán éxito para desentrañar este misterio, probablemente sin ningún beneficio y con mucho perjurio... Toquen el grillete y libérenlo de su recuerdo, luego regresen aquí, encontrarán la puerta abierta, lista para recibirlos."
Y de nuevo otros ojos… Penetrantes, pero esta vez de color rojo. No le daban miedo como los de la serpiente. Eran hermosos, grandes y le relajaban. Quería perderse en ellos una vez más. De verdad quería volver a admirarlos… hundirse en esa dulce voz que le dijo “Momoko chan”… ¿Quién era ese ángel de compasión?
Se limpió la mano con una servilleta y se echó alcohol para disfrazar el aroma. Se colocó una bata sencilla de dormir sobre el camisón, de color blanco. Apenas si se sujeto el cabello con un listón rosado y salió disparada de su habitación, con el broche plateado bien sujeto de sus deditos. No sabía a dónde iba o para qué… Pero algo dentro de ella le guiaba. ¡Debía hacer caso a ese llamado! ¡A ese llanto! Le dolía cada paso… se sentía casi vacía… como diría Bilbo en una de sus novelas favoritas: “Como poca mantequilla esparcida en mucho pan”
El cementerio…
Lápidas sin nombre…
Nunca había estado realmente ahí. Quizás había pasado o escuchado sobre él. No tenía porque estar en un sitio como aquel. Cerró los ojos y se dejó guiar. El aroma a tierra recién removida… el sonido de los animales nocturnos… el viento acariciando las hojas de los árboles. No se dio cuenta, pero podía sentir la tierra de aquel sagrado lugar debajo de los dedillos de sus pies. No pensó si quiera en colocarse unos zapatos.
Llegó hasta una lápida casi en el centro. Abrió los ojos… pequeñas marcas de pisadas alrededor de aquel sitio. No pudo evitar sonreír dulcemente. ¿Niños? ¿Niños en la Academia? Recordó la bebé de una de las profesoras, la cual no estaría en un sitio como éste. Se inclinó ante la tumba tan limpia como el cielo… tan lisa, sin nombre. Pasó los dedos por esta, sosteniendo aun su “arma” en la otra mano.
Un ruido… algo arrastrándose. Su cabeza giró buscando lo que lo originaba. Nada.
Regresó la mirada hacia abajo, hasta la tapa pesada de concreto. De nuevo ese sonido… Se levantó de golpe, asustada. La losa se estaba moviendo lentamente hasta abrirse en su totalidad. Su manita apretó con fuerza el broche hasta perder el color de su piel. Tenía mucho miedo. Su corazón latía a mil por hora. Debía huir.
Cayó al suelo. No quería ver lo que se encontraba dentro… Lagrimas comenzaron a recorrer sus mejillas. Estaba sola de nuevo… perdida en medio de la nada. ¿Por qué nadie venia a ayudarla? ¿Por qué estaba tan rodeada de gente y se sentía tan sola? ¿Por qué podía tener a su novio a su lado y sentirlo tan distante?... Podía verse a sí misma sentada debajo de un árbol, mirando al cielo… sola… como siempre desde el primer día…
Sus rodillas se mancharon de la tierra del campo santo, al igual que la parte de debajo de su camisón. Su labio inferior temblaba, empapado en aquella agua salada… Memorias… memorias selladas que se liberaban al momento de recordar un poco.
No llores... Si te quieres rendir tan pronto. Permiteme ayudarte.
¿Quién eres…?
Soy quien tomará prestada tu vida, ya que no la deseas.
Sus manos se volvieron puños, dejando caer su cuerpo hacia adelante, hundiendo los codos y brazos en la tierra del cementerio. Esta vez lloraba, lloraba con total sentimiento… invadida por una tristeza. Mordía su labio inferior mientras apretaba los ojos. Pequeños quejidos y gemidos lastimeros salían de su garganta mientras lloraba… por una tristeza invadida, por más de un recuerdo recuperado.
Qui-quiero vivir… lo quiero…
Dijo entre susurros, entre abriendo los ojos inundados. Se arrastró con cuidado hasta asomarse al agujero en el suelo. Allí estaba en el fondo una muñeca de porcelana… Y no nada más eso, sino también la visión de una silueta en una habitación luminosa. Una mujer llorando… El dolor de ella es el que siente ahora en el pecho, sumándose al propio. Estiró la mano hasta tomar a la pequeña niña eternamente hermosa.
Ojalá ella fuera así… como una muñeca… siempre igual, imperturbable. La abrazó con fuerza, apretándola a su pecho aniñado. ¿Había perdido algo? ¿Dónde estaba lo que buscaba? Lloró sobre los cabellos negros de aquella personita, sintiéndose sola y perdida…
Mami… No llores mami… Aquí estoy para ti.
Mi nena… ¡¿Dónde está mi nena?!
¡Cálmese señora, por favor!
¡¡Quiero a mi bebé, devuélvanmelo!!
¡Cálmese señora, por favor!
¡¡Quiero a mi bebé, devuélvanmelo!!
Sus lágrimas y lamentos no tenían comparación. ¿Cómo alguien tan hermosa podía estar tan desolada? ¿Cómo una dama que lo tenía todo podía estar tan vacía? Con muchísima delicadeza colocó el broche de plata en el cabello de a muñeca, sonriendo entre la tristeza que le embargaba.
No te preocupes mami… Aquí estoy para ti…
Unos dulces y maternales brazos la rodearon por los hombros, abrazándola por la espalda. Cabellos negros y largos como la seda se extendieron sobre su cabeza, alrededor de su ser. Un aroma dulce y femenino inundó sus pulmones mientras se sentía protegida entre aquel vestido vaporoso lleno de seda y encaje…
Sus pasos se alejaron con muchísima lentitud del lugar. Iban hasta su casa… O más bien… hasta una mansión abandonada… mientras una pequeña niña las miraba desde la lapida que antes ocupaba su muñeca. Su mirada de hermosos ojos azules se posó en la chica que se adentraba al bosque para cruzarlo. Sonrió fríamente… desapareciendo del lugar. Después de todo… Su madre ya no la buscaba.